viernes, 6 de noviembre de 2009

La praxis educativa


La praxis educativa


“Educar debe ser una acción social justa, porque equitativa y solidariamente busca socializar mediante el conocimiento legitimado públicamente”
[1]

Como práctica social, la Educación consiste en la formación del Hombre dentro y fuera del ámbito escolar. Educar es un hecho; y como tal implica responsabilidad y compromiso con lo que se hace.
Actualmente la sociedad sufre cambios de manera vertiginosa que tienen que ver con la relación Ciencia- tecnología y que luego son volcados en el aula como contenidos escolares. Este trabajo intentará realizar un análisis de las cuestiones que dentro de la práctica docente deben ser tenidas en cuenta a la hora de educar, la ética y la política, las cuales dan un marco a la praxis; y la dimensión ética de la del avance de la tecnología y su relación con el Hombre, sujeto de la educación.

“La praxis educativa como praxis ético-política”.

Para poder abordar este tema primero tenemos que develar algunos conceptos que marcan intersticios en el recorrido de nuestra formación tanto académica como personal. Por lo tanto el tratar de dar respuesta a estos interrogantes ha sido uno de nuestros objetivos para dar cuerpo al tema antes mencionado.
¿Qué es la praxis educativa?
¿Qué sería o qué es la praxis ética?
¿A qué responde la praxis política?
Si mencionamos praxis educativa, naturalmente debemos referirnos a la Educación y por consecuencia remitirnos a lo que es la fuente de esto, es decir, a las Ciencias de la Educación. Partiendo de esta idea, podemos recorrer un extenso e inconmensurable camino lleno de hechos, sucesos, avances, retrocesos, leyes, proyectos, miradas, desafíos, emprendimientos que hacen a la esencia de la Educación pero no la dan por acabada, sino que de ella se desprende la reflexión, la cual que nos aclara que la Educación en sí no es un Fin concluido sino que nos atraviesa relacionándose y conjugándose con nuestras vivencias, es una historia de complejas prácticas sociales donde el Hombre es el centro de ese inmenso entramado de relaciones pero que es uno más de los millones de Hombres que conforman a la Educación.
La educación es una praxis porque compromete día a día, momento a momento a los diferentes actores que conforman el escenario educativo; lucha diaria donde se deben resolver los conflictos que en ella se suscitan ya sea a favor o en contra de la imposición de la ideología hegemónica del momento histórico al cual atraviesa o la posición frente a nuevos planteamientos sobre su objetividad, subjetividad, pasividad, actividad, discursividad o historicidad sino que todo esto en juego de diferentes perspectivas para un mundo en constante avance donde la práctica de nuevas experiencias van haciendo Historia y Educación paralelamente, sin someter a la Educación al proceso natural del aprendizaje como habitualmente es reconocido o determinarlo como el simple hecho de socializar al
Sujeto.
La complejidad de la práctica educativa es tal que nos plantea la necesidad de considerar todos los elementos que pueden conducir a un proceso educativo, es decir, que las prácticas deben suponer innovación constante, creatividad, expansión de la imaginación, desarrollo del pensamiento, intercambio de ideas, perfeccionamiento docente académico, áulico, de estrategias, de talleres, de momentos de reflexión, de consenso de proyectos, de puntos de vistas, de acercamiento a la realidad, de propuestas visionarias con salida laboral para aquel que no quiere o no puede seguir dentro del sistema, es decir entregar herramientas para todos sea cual sea su propósito personal o social a seguir, proponer prácticas educativas auténticas ya que cada uno de nosotros debemos ser protagonistas de nuestra práctica.
[2]
En referencia a la construcción del conocimiento, debemos considerar qué se entiende por práctica, es decir por la articulación Teoría-práctica y desde ese ángulo abordar la construcción del conocimiento. Si nos limitamos al pensamiento Positivista la práctica es una aplicación de la teoría, hecho totalmente criticable ya que le atribuye la superioridad a ésta y se profundiza la escisión entre teoría y práctica. Por otra parte desde la mirada interpretativa se cambian las nociones de explicación, predicción y control por las de comprensión, interpretación, significado y acción; es decir que se trata, a través de las prácticas educativas, explicar las acciones de la sociedad a través del significado que le asignan los miembros de una sociedad, sin dejar de lado su contexto.
El enlace entre la teoría-práctica debe pensarse a partir de la construcción que el docente logra en su accionar diario, éstos construyen estructuras conceptuales, teorías prácticas o teorías de acción que les permiten ir resolviendo las situaciones que le presentan de acuerdo a su entorno y al momento socio-político-cultual y económico del momento que viven, es decir reconstruyendo sus propósitos teóricos, modificándolos e interpelando a los sujetos que en su práctica actúan están haciendo teoría y práctica.
Por otra parte siempre se debe tener presente que en la práctica se esbozan franjas de incertidumbre, porque el “sujeto” esta atravesado por una inmensa maraña de relaciones a la vez que interactúa con otros “sujetos” en la misma situación y por lo tanto desorientan los lineamientos preestablecidos en las prácticas modelos, los docentes a su vez pueden intervenir con acciones espontáneas, pre-activas, interactivas y post-activas aportando valioso sustento para su propio accionar y desarrollo de las prácticas áulicas. Lo que determina a la práctica como un proceso con momentos cualitativamente diferentes, donde se concretan procesos de construcción de conocimiento profesional, individual o grupal distintos pero articulados.
La práctica docente es un producto de una compleja articulación entre las teorías vulgares y las científicas, entre el saber, el enseñar y el aprender, entre el conocimiento sabio y el conocimiento artesanal, poniendo en juego estrategias, contenidos, teorías y prácticas sistemáticas como también asistemáticas.
Este complejo proceso y producto donde el docente logra construir y apropiarse del saber para poder desenvolverse en su espacio y cumplir con una práctica fehacientemente se lo denomina conocimiento profesional.
No puede pensarse la construcción del conocimiento desde una formación práctica como apéndice de la teoría sino como una complejidad en la que se debe constantemente reflexionar sobre los propios supuestos, creencias, teorías, experiencias, investigaciones o esquemas de acción en forma articulada.
El aprendizaje de la reflexión sobre una práctica socio-política como es la educativa, implica además de la formación teórico-práctica en lo pedagógico y disciplinar, una fuerte formación filosófica y política.


Según Aristóteles el Hombre es un animal político. La moral de los individuos solo se cumple en la política y es en ella donde se despliegan sus virtudes (justicia – prudencia – amistad) para alcanzar la “felicidad”. Es decir que las virtudes morales de los individuos solo pueden alcanzarse a través de su participación en sociedad. Cabe preguntarse si la moral ¿puede plasmarse sin una proyección pública y política?; por otra parte ¿puede la política prescindir de la moral?
Para develar estos planteamientos se debe abordar la relación entre moral y política. La moral interviene con los valores de igualdad y justicia social, pero también esta estrechamente relacionada con la libertad, la democracia y la dignidad humana dando así la justificación de los fines de la política y en ese espacio es donde la moral puede desarrollarse. Por lo tanto podríamos determinar que la moral de la mano de la política se presenta en la sociedad, y socializando sus valores moviliza la colectividad a través de la política.
Con respeto a la naturaleza de la política podemos decir que presenta dos aspectos: el ideológico y el práctico instrumental. El ideológico esta constituido por los fines donde se asienta el contenido moral. En cuanto a lo práctico- instrumental, se refiere a la relación de la política con el poder en su doble accionar, desde él y con él; por lo que se determina al poder político como el objetivo al que se debe llegar para convertirlo en un medio necesario lograr un fin último. Visto de esta forma, la política se presenta como un entramado de relaciones donde se constituyen tanto los fines como los medios.

Visto el sustento teórico sobre ética y política ahora trataremos de abordar y responder el siguiente interrogante planteado anteriormente: ¿Qué sería o qué es la praxis ética?
Socialmente, siempre se parte de la idea que la ética es necesaria en la escuela, que los centros educativos deben estar gestionados éticamente para poder exponer modelos de comportamiento ético en su funcionamiento. La práctica de la ética no genera un producto, sino un compromiso particular, individual, personal y social en busca de lograr un fin, descubriendo todos y cada uno lo que es necesario y lo que es ético, lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral.
La práctica moral es un descubrimiento, un aprendizaje realizado a partir de valoraciones y observaciones de los mecanismos de decisión personal o colectiva.
En cuanto a la práctica ética, según lo expresa Paulo Freire ésta se define en “el deber ser” establecida por los principios morales que cada educador trae consigo y los que el medio sociocultural le provee; dichos principios encierran las pautas morales de convivencia y respeto, establecen normas que regulan su presencia en el mundo, utilizando como moderador de las ideologías que allí intervienen, al sentido común.
La base de la práctica ética reside en la actitud concreta de vivirla, pasando por constantes pruebas de seriedad, de compromiso con la práctica pedagógica y de establecimiento de relaciones de confianza con sus semejantes.
Dentro de la práctica pedagógica unos de elementos que la componen es la direccionalidad de la educación desde la que se puede viabilizar tanto lo autoritario como lo democrático y sin ella lo espontáneo; pero desde esta perspectiva de direccionalidad se explica una cualidad esencial de la practica educativa que Paulo Freire denomina la politicidad de la educación porque el educador en su práctica es un ser político por esencia. Además la politicidad revela otras características de la situación educativa: la estética y la ética se mueven en un mismo campo. La belleza de la práctica educativa reside en la formación del individuo libre al mismo tiempo que en él interviene la formación moral.
En resumen, para responder a los planteamientos realizados al comienzo se debe tener presente que no existe la práctica educativa sin sujetos (educador/educando) fuera de un tiempo y espacio pedagógico donde se promueve la experiencia del proceso de elaboración del conocimiento en sí, pero tampoco se debe olvidar que esa práctica educativa conlleva en si misma una política que se desenvuelve dentro de los lineamientos de un presente, en el que interactúan vivencias, sueños, expectativas, metas al la vez que se involucran valores, proyectos, perspectivas morales, es decir que no existe la práctica educativa sin la ética.

“Implicancias de la reflexión ética en el desarrollo tecnológico y científico”

Hablar de la ética de la investigación, es abordar una cuestión a la que no se le ha prestado mucha atención. Para algunos el hacer ciencia aparece como neutro, sin connotaciones teleológicas, éticas, políticas, o ideológicas; como si la ciencia estuviera más allá del bien o el mal, libre de valores, y como si el científico pudiera prescindir toda postura moral, sólo comprometido con el desarrollo de su ciencia, sin interesarse por las implicancias de la misma y sin comprometerse con los problemas que afronta en su sociedad.
Lo que se hace en el campo de la ciencia en el mundo contemporáneo, afecta profundamente la suerte de la humanidad. No cabe duda que, frente a los gigantescos adelantos científicos y tecnológicos de las últimas décadas, y de manera especial en lo referente a la biología molecular y a la ingeniería genética, la ética ha adquirido en nuestros días una importancia inusitada.
Pensemos ilusionadamente, lo que la ciencia y la tecnología podrían aportar para erradicar definitivamente el hambre, la miseria, el analfabetismo y todos aquellos aspectos que configuran el subdesarrollo de buena parte de la humanidad.
La ciencia, a comienzos del siglo XXI, se encuentra en un dramático cruce de caminos; está frente a la alternativa radical de las posibilidades para lo peor y lo mejor.
Dentro de las ideas que subyacen en el modo de pensar del hombre contemporáneo, se desarrolla una ciencia que explora, predice y controla, y una tecnología que actúa y manipula la realidad, explorándola y agrediéndola de una manera más profunda que en las épocas pasadas. Una y otra gestan la “razón tecnocrática”
[3] que se resume en la idea de que todo lo que técnicamente se puede hacer, debe ser hecho.
Con tales ideas y tal concepción de la ciencia y la tecnología, están dadas las condiciones para transformarlas en instrumentos de dominación y de poder. El paradigma de la modernidad concibe el saber como dominación de la naturaleza y dominación de otros (personas, pueblos, naciones)
[4]. Todo ello para ocupar espacios de poder y/o acumular beneficios materiales. Arrogancia de los hombres que se erigen en amos de la naturaleza y el mundo. Consecuentemente, usan de la ciencia y de la tecnología para dominar en beneficio propio.
Una visión mecanicista del mundo y de la ciencia, admite como natural la idea del “hombre dominador de la naturaleza”. Tal como han sido concebidas la ciencia y la tecnología, hasta época muy reciente, la naturaleza es un sistema mecánico, y como tal puede ser manipulado y utilizado. Aún los seres vivos pueden ser considerados como si fuesen máquinas. Para la “razón tecnológica”, la ética está excluida; es algo inexistente. No es extraño que algunas de las mentes más esclarecidas planteen como uno de los problemas más acuciantes el rearme ético de los científicos y de los tecnólogos.
Cuando se margina la ética: inmoralidades perpetradas en nombre de la investigación científica.
¿Podemos considerar el desamor, la falta de respeto a la dignidad humana, el avasallamiento de los derechos humanos, como forma de racionalidad? La ciencia pretende ser la máxima forma de racionalidad, pero la ciencia sin conciencia es irracional. Sin la ética, la ciencia puede ser instrumento de la barbarie.
¿Hasta qué punto la biología molecular podrá influir en la vida de los seres humanos?, ¿hasta qué punto puede modificar a los seres vivos? De esta problemática ha surgido la bioética. En términos generales puede ser definida como el “área de la ética que se refiere a las implicaciones de la biotecnología”.
Esta concepción de la bioética parte del supuesto de que la ciencia no es buena ni mala, en cuanto estudia, investiga y descubre lo que existe. Otra cosa es la tecnología, cuyo conocimiento puede aplicarse de una u otra forma, particularmente mediante las técnicas de manipulación del genoma humano.
A mediados de los años setenta los primeros procedimientos para manipular genes (ingeniería genética). Esta manipulación permite alterar sustancialmente a los seres vivos; para lograrlo, se alteran o cambian los genes, o bien se introducen genes foráneos que producen nuevos organismos. Las transformaciones genéticas en un comienzo se realizaron en organismos muy simples, como cierto tipo de bacterias. Se pasó más tarde a la manipulación de animales, especialmente mamíferos, transformados en animales transgénicos. Hay que agregar una larga lista de alimentos obtenidos por biotecnología.
Se ha logrado una gran variedad de frutas y vegetales más nutritivos y más resistentes a las plagas. Sin embargo, como lo advierten muchos ecologistas y algunos científicos, el riesgo de liberar la soja transgénica en el medio ambiente es incalculable.
Los conocimientos que hoy se tienen de la genética abren posibilidades inmensas: unas positivas y otras de signo contrario. Hemos llegado al umbral mismo del secreto de la vida, es decir al conocimiento de los propios mecanismos vitales (genética, neurobiología, embriología); y además es posible intervenir en el genoma humano. Cuando se habla del “factor Frankenstein” en el campo de la ética científica no se está fantaseando. Tenemos ya animales Frankenstein. No sólo existe la posibilidad científico-tecnológica de crear in vitro un ser humano, sino también un monstruo. Científicamente posible, éticamente rechazable, por no decir repudiable. “La responsabilidad científica, no puede separarse de las demás responsabilidades humanas”. (Husserl, Edmundo, Investigaciones lógicas. 1967).
Pensar que la ciencia y la tecnología son éticamente neutras, que lo moral sólo corre por cuenta del usuario, que se trata de un conocimiento de validez universal; significa liberar a las mismas de un enjuiciamiento ético. Cada técnica lleva en sí misma la impronta de las relaciones sociales en cuyo seno se inserta. Entonces, apruebe o no los fines de la tecnología, el Hombre se convierte en cautivo del sistema y o puede adoptar valores y metas diferentes amenos que instrumente medidas destinadas a sustituir el propio sistema.
La tecnología, dentro de la concepción que le es propia, busca inevitablemente los principios de eficacia y eficiencia; en este sentido el Hombre se vuelve un sujeto alienado, reducido a operador de fenómenos mensurables y situaciones previsibles. La tecnología revela a su autor, por lo tanto, puede ser juzgada éticamente lo mismo.
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Bibliografía.
- AZCUY, Eduardo A. “Identidad cultural y tecnología. Juicio ético a la modernización”. Editorial Docencia. 1994.
- ANDER- EGG, Ezequiel. “Ética en la ciencia y la tecnología. Acerca del conocimiento y del pensar científico”. Grupo editorial Lumen. 2001.
- CULLEN, Carlos. “Críticas de las razones de educar”. Temas de Filosofía de la Educación. Editorial Paidós. Bs. As. 2008.
- CULLEN, Carlos. “Perfiles éticos políticos”. Editorial Paidós. Bs. As. 2004.
- FOLIARI, Roberto. “Práctica educativa y rol docente”.
- FREIRE, Paulo. “El grito manso”. Siglo XXI editores. 2004.
- FREIRE, Paulo. “Pedagogía de la autonomía”. Siglo XXI editores. 1999.
- JIMENEZ, Nayibes; LUQUE, Marlene y CHACIN, Nelly. “Ética, praxis educativa y práctica pedagógica del docente universitario”. ED, Agosto 2005. Vol. 12 Nº 2.

[1] CULLEN, Carlos. “Críticas de las razones de educar”. Temas de Filosofía de la Educación. Editorial Paidós. Bs. As. 2008. Pág. 157.

[2] FREIRE, Paulo. “Pedagogía de la autonomía”. Siglo XXI editores. 1999.

[3] Ezequiel Ander-Egg. “Ética en la Ciencia y la Tecnología. Acerca del conocimiento y del pensar científico”. Grupo Editorial Lumen.-2001.
[4] Ibídem.
[5] AZCUY, Eduardo A. “Identidad cultural y tecnología. Juicio ético a la modernización”. Editorial Docencia. 1994.

2 comentarios:

  1. muy de acuerdo con el punto que dice que educar es un hecho y por lo tanto implica responsabilidad y compromiso, asi sea. besos Sole

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